Y mientras tanto, aumenta la crisis migratroria

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En las últimas 24 horas hasta 26 inmigrantes irregulares, de los cuales 11 eran menores, consiguieron entrar a Ceuta. Todos ellos fueron atendidos por la Ciudad que, aunque ahora no sea titular de periódicos o apertura de telediarios nacionales, continúa haciendo un esfuerzo muy por encima de sus posibilidades para prestar atención a estos menores que, a día de hoy, continúan multiplicando por 400% la capacidad de acogida que tiene.

La situación, más que preocupante, es desbordante. Pues si bien es cierto que atender a los menores requiere de un esfuerzo económico que no es planteable en ninguna otra ciudad de España, a excepción de Melilla, a ello se une un condicionante aún mayor, y es que a los menores hay que atenderlo con garantías, protegiéndolos y ofreciéndoles los servicios básicos que todo ser humano se merece. De ahí a la importancia de que esta llamada de “socorro” y “auxilio” que se viene solicitando por parte de la Ciudad desde hace años, cuente con una respuesta del que realmente puede ofrecerla, el Estado.

En este sentido, se antoja más que crucial la sectorial de Infancia anunciada para la segunda quincena de este mes de febrero y que se celebrará en Ceuta con la presencia de la ministra del área, Sira Rego. Sin duda, este gesto debe interpretarse como un guiño del Gobierno de España a nuestra ciudad y a su comprometida y agobiante situación. Pero igualmente, se antoja fundamental, al menos para los intereses de Ceuta, una modificación de la Ley de Extranjería también solicitada por el propio Gobierno con su presidente Vivas a la cabeza y que sigue sin salir adelante, entre otras cosas, porque los principales partidos de nuestro país no son capaces de alcanzar un acuerdo. Mientras tanto y en el ámbito de la inmigración, Ceuta, Canarias y Melilla, continúan pagando las consecuencias de esta falta de consenso cada vez más bochornosa y que pone de manifiesto que el interés del ciudadano a nivel político cada vez es menos prioritario. Habría que hacer una reflexión muy profunda, pues además de todo lo que estamos hablando, que no se trata de otra cosa que el dar solución al problema de la inmigración irregular, también tenemos que ponernos en el “pellejo” de esas personas -la mayoría menores- que se echan al mar aún sabiendo que se la juegan a cara o cruz. Eso es lo que más debería preocupar y ocupar, pues cuando hablamos de vidas, todo debe girar a su alrededor para poder conservarla. El balón, sin duda, está en el techo de nuestros políticos y de las políticas migratrorias.

Mientras no seamos capaces de ir de la mano en un asunto tan peliagudo y sensible como este, seguirá existiendo ocupación por encima de las capacidades, falta de recursos y, lo más lamentable, cadáveres que aparecen en nuestras aguas. El panorama, cuanto menos, es preocupante y digno de estudio.

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