El lugar donde se elegirá al nuevo Papa: el despecho de un artista
MUERTE DEL PAPA
Dentro de poco, los cardenales se encerrarán en uno de los lugares más hermosos del mundo para elegir al nuevo Papa: la Capilla Sixtina. Un lugar, por cierto, con una historia peculiar, que habla muy a las claras de la personalidad del artista encargado de pintarla: Miguel Ángel Buonarrotti
El nuevo Papa será elegido en aproximadamente un mes. Y la elección de los Pontífices ha estado sometida a vaivenes a lo largo de la historia. Desde el consenso entre clero y creyentes, que rigió hasta 1059, hasta la inclusión de laicos entre los electores y elegidos -práctica extinta en el siglo XX- o la última reforma, que data de hace 'solo' medio siglo, en la que se delimitaba de manera clara la diferencia entre electores (todos los menores de 80 años) y elegidos (cualquiera de los cardenales).
También el lugar. Con la construcción de la Basílica de San Pedro concluía una práctica itinerante: se elegía al Papa en la ciudad en la que hubiera muerto. Eso ofrece historias curiosas como la vivida en 1314: los enfrentamientos entre las distintas facciones dilataron dos años el proceso en Lyon. El Rey francés Felipe V tomó una solución tan poco diplomática como efectiva: mandó tapiar la Iglesia en la que estaban reunidos hasta que llegasen a un acuerdo. Ordenó levantar, además, el techo de la catedral de Carpentas, para que el frío de marzo hiciera de las suyas. Tres meses después, hubo Papa.
En 1508, el Papa Julio II decide decorar la Capilla Sixtina, un antiguo cuartel para los guardias vaticanos, y llamada así en honor a su constructor, el Papa Sixto IV. Y llama al que consideraba, con absoluta razón, el más grande de los artistas de su tiempo: Miguel Ángel Buonarrotti. Pero este, que como buen artista tenía su punto de divismo, decide que no lo hace. El motivo: consideraba a la pintura como un arte menor.
Julio II, lejos de implorar, se muestra suspicaz. Decide que en su lugar "llamará a algún joven de la escuela de Florencia". Buscaba herir el orgullo del genio. Y lo hizo: Miguel Ángel consideraba a la pintura un arte menor, pero su orgullo no iba a permitir que cualquiera le reemplazase a la hora de realizar un encargo papal.
Y ahí comienza una obra magna, para la historia de la humanidad. Entre 1536 y 1541 pinta El Juicio Final. Hasta 1550 trabaja en la tumba de Julio II, su gran mecenas. Acaba el encargo, pero con cierta maldad: en la bajada a los infiernos retrata a figuras sospechosamente parecidas a los cardenales con los que había mantenido algún desencuentro. Desnudos y horrorizados, camino de la perdición. Lo del desnudo lo arregló uno de sus más grandes discípulos: Danielle Ricciarelli, quien tras cumplir la orden del muy pacato Pio V pintó las partes púdicas de los defenestrados por Miguel Angel. Ricciarelli, un magnífico pintor (como atestigua, por ejemplo, el relato del propio Miguel Ángel) pasó a la historia sin embargo por el apodo de 'Il Braghetone': el pintor de bragas...
Sigue el canal de El Pueblo de Ceuta en WhatsApp. Pincha aquí, dale a SEGUIR y encontrarás toda la actualidad informativa de la jornada ceutí