Extra Deus

9050_5f9b1d7d6d5c3
9050_5f9b1d7d6d5c3

Años después de que Morris West, primero, y Michael Anderson después desmontaran la teoría de que un buen libro no puede tener una buena réplica en el cine, la trama de Las Sandalias del Pescador se cumplió casi a la perfección. La Iglesia elegía, por primera vez en cuatro siglos, a un Papa no italiano. No era como aquel Ciril Lakota intepretado por Anthony Quinn un soviético que sobrevivió a las torturas en Siberia, sino un polaco de 58 años llamado Juan Pablo II.

En aquel 1978 tremendamente traumático para Italia, con tres hombres sentados en el trono de Pedro y un país conmocionado por el secuestro y asesinato de Aldo Moro (Pablo VI pasó sus últimos días amargado por no haber podido ayudar a su viejo amigo), alguien tuvo la ocurrencia de llamar a uno de los grandes zorros de la política europea en el tramo final del siglo XX para preguntarle por la elección del polaco. Enrico Berlinguer, uno de los nombres que siempre menciono en esas conversaciones sobre ¿a qué personajes históricos te hubiera gustado entrevistar?, lo tuvo claro: “es la peor noticia que nos podrían dar”.

No le faltaba razón al padre del eurocomunismo. Visionario. Su partido había pactado meses antes con Moro el ‘Compromiso Stórico’: un Gobierno de coalición entre democristianos y comunistas para evitar que Italia se fuera por el sumidero, pero aquello acabó con el cuerpo de Moro encontrado como un colador en un coche justo a la mitad de la distancia entre las sedes de ambos partidos. Y encima, un Papa venido del Este. Un lustro más tarde, el régimen comunista en Polonia había caído, Lech Walesa mediante, y en 1989 el Muro de Berlín era historia. “Sobre el rencor de clases floreció el amor. Ayer Lenin y Zsa Zsa Gabor se casaban en New York”, cantaba con acierto el maestro Sabina, precisamente, en ‘El Muro de Berlín’.

9050_5f9b1d7d6d5c3
9050_5f9b1d7d6d5c3

A la muerte de Juan Pablo XII, se eligió a un hombre de voz dulce, sólida formación intelectual y poco carisma. Joseph Ratzinger, al que no le faltó su buen ramillete de profecías nostradamescas y al que el incipiente movimiento woke atribuyó no pocos poderes oscuros, sin embargo dejó muestras de una cierta firmeza en su debilidad aparente. No tuvo problemas en restituir a Hans Klug, teólogo maldito, ni en reducir a cenizas a los Legionarios de Cristo, donde los abusos a menores eran tan comunes como el rosario de la aurora. Y escribió su propio final con maestría: evitó usar cuestiones propias de su edad como una enfermedad degenerativa para hablar de los lobos en el corazón de la Iglesia. Traducido: me voy por esto, pero que todo el mundo lo sepa. Mi sucesor podrá seguir bailando con lobos o cambiar, pero extramuros todo el mundo tiene una dosis de verdad con la suficiente sutileza como para ser demoledora. El barrendero de Dios. Una Iberoamérica en la que volvían a surgir la teología de la liberación y el comunismo acababa de perder a su líder más carismático, Hugo Chavez, con lo cual la elección de un jesuita con don de gentes como Jorge Mario Bergoglio encajaba perfectamente en el guión de aquellos años.

Ahora se ha muerto Bergoglio. Un Papa con carisma, que ganó definitivamente y desde el trono la eterna guerra entre la Compañía de Jesús (a la que tantos terroristas debemos en España) y el Opus Dei, liquidando estos últimos. Volvió a poner el Vaticano en el centro de la actualidad política, aunque por momentos no se sabía discernir al personaje pop del sucesor de San Pedro.

Durante el ‘franciscado’, y en especial en el confinamiento, he visto series por encima de mis posibilidades, como diría Rajoy. En una de ellas, Suburra, un mafioso de pueblo llega al Vaticano amenazando a un cardenal reacio a firmarle la venta de unos terrenos. “¿Tu vienes, aquí, a amenazarme, a mi?”, responde con sorna y firmeza el cardenal levantando levemente la cabeza de unos papeles que revisaba en ese momento. Magistral.

La semana que viene un grupo de señores cuya edad media oscila entre los 75 y la muerte, se encerrarán en uno de los lugares más bellos del mundo. Millones de personas estarán pendientes en todo el orbe del color del humo de una chimenea. La pompa y la ceremonia se manifiestan en cada segundo. También al final de la misa Pro Eligendo Pontífice en la que el cardenal al mando cierra la puerta de la Capilla Sixtina diciendo aquello de ‘Extra Hommes’ (fuera hombres). A partir de ahí, en teoría, el Espíritu Santo ilumina a los cardenales para que elijan a uno de ellos. No. Extra Deus, fuera Dios. El cónclave (no he visto aún la película de marras) es al margen de fe, Política en estado puro. Con mayúsculas. Y con capacidad de adelantarse a los acontecimientos.

Estados Unidos da síntomas de un imperio en clara decadencia, este va a ser el siglo de Asia, Oriente Medio duele más que nunca, Europa se eriza en el este y África es el único continente donde aumentan la población joven, las vocaciones católicas y las tensiones religiosas. Un continente donde, además, la guerra comercial por las materias primas es más descarnada que nunca: desde hace años, el desembarco de China en territorio africano es descarado. Se admiten apuestas, pero si se hace bueno aquello de Bergoglio de buscar al Papa entre las periferias y no se encuentra a alguien que pueda durar décadas en el Papado, todos los caminos parecen conducir… al continente negro.

También te puede interesar

Lo último

stats