Pepa Muriel, o ganarse la vida contando historias a los niños

Al ser humano siempre le ha fascinado que alguien le cuente historias. Los cuentos que nuestros padres o abuelos nos contaban antes de conciliar el sueño forman parte de la caja negra, de ese ‘rincón del alma’ al que cantaba el impagable Alberto Cortez. Históricamente, la voz de alguien reuniendo gente alrededor suya es la base de la comunicación social. Desde aquellos bardos romanos a los serenos en nuestro país. Lo hemos dicho en muchas ocasiones: el ciego Homero, cuya Odisea estaba ambientada en buena parte en Ceuta (tome nota, Cristopher Nolan) no era más que un hombre que se ganaba la vida con su imaginación o memoria a cambio de unas monedas con las que sobrevivir. Hablando de Ceuta; fue en el Hacho donde murió uno de los protagonistas por excelencia de los cuentos españoles. En esta ocasión, protagonista perverso: el hombre del saco o el sacamantecas eran la misma persona. Se llamaba Manuel Blanco Romasanta, es el primer ‘serial killer’ de nuestra historia patria, y murió en el antiguo penal del Hacho cumpliendo condena por sus asesinatos.

A Pepa Muriel le encanta contar cuentos. Lleva, de hecho, toda la vida haciéndolo: es una actriz y directora de teatro natural de Lepe (Huelva), aunque lleva muchos años afincada en Sevilla. Y dice que se considera un poquito caballa: “Mi actuación en la Feria del Libro ha ido muy bien. Y digo que ha ido muy bien porque a mí me encanta venir aquí porque me encanta jugar y yo creo que los niños y las niñas aquí en Ceuta también les gusta jugar a través de los cuentos y de los libros, entonces son unas sesiones muy entrañables y muy bonitas”.

Sobre el hecho en sid de contar cuentos, “tenemos que reivindicar la palabra, porque vivimos en un mundo tan digital, tan virtual, que cuando a ti te cuentan algo de verdad y te miran a los ojos y tú escuchas respirar a esa persona y tú le comunicas, eso atrapa a los niños y a los adultos, porque estamos en una era súper conectados pero estamos más solos que nunca. Entonces cuando alguien se te acerca y te cuenta, te vas allí y además los niños, es muy importante porque cuando tú le cuentas, ellos están en su cabeza imaginando la historia, porque no la están viendo como en una película, entonces eso le está fomentando el desarrollo de su cerebro”.

Le contamos la historia -real- de un prestitioso compañero de profesión nacido en Melilla en el seno de una familia tan humilde que sus hermanos le pagaban la entrada para el cine a condición de que les contara a todos la película. “Es una historia preciosa. Si yo te cuento a ti una película, como este niño, y te digo, y entonces Drácula venía, cada uno de esos siete hermanos tiene en la cabeza un Drácula diferente”, señala.

La reacción de los niños a las historias no es diferente en Ceuta a la de otros puntos del territorio nacional, “ellos quieren que les cuenten historias, lo viven y lo disfrutan”. Ella es de la misma provincia donde está ambientado un cuento que, por ser local, ha terminado siendo universal: ‘Platero y yo’, de Juan Ramón Jiménez. ¿Qué siente una cuentacuentos siendo ‘paisana’ del burro más célebre de nuestra literatura? “Lepe es famoso por los chistes y yo ahora ya de mayor he descubierto que mis chistes son los cuentos, porque los leperos cuentan. Y no son los chistes estos que se hablan, son chistes que son historias.Entonces yo me he dado cuenta que al final mi esencia lepera está ahí y con Juan Ramón de Moguer lo mismo. Hay tanta conexión con las cosas que pasan en Lepe, como las que pasaban en Moguer, que prácticamente... Yo tengo una sesión de cuentos de Juan Ramón de Platero y yo, y son cosas como si yo las hubiera vivido de pequeña”.

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