Cosas de Ceuta, El timo del entierro

Casino Africano y calle de la Soberanía Nacional. / FOTO CEDIDA
Casino Africano y calle de la Soberanía Nacional. / FOTO CEDIDA

José María Fortes Castillo

El Presidio de Ceuta, albergaba a tanta gente, que de ellos se podría decir que “había donde elegir”: asesinos, homicidas, secuestradores, timadores, falsificadores, ladrones, etc. ¡Si! El abanico donde elegir, era amplísimo. También era amplio el listado de la clase social de cada individuo: soldados, marineros, campesinos, hombres de oficios, de letras e incluso eclesiásticos.

Y ya puestos a completar la lista, podemos incluso incluir las distintas razas: blancos, negros, mulatos, chinos y filipinos. El Panal también fue para los distintos gobiernos de la Nación, destino de los adversarios políticos, de manera que aquí pagaron sus culpas, nobles, políticos, militares de alta graduación e independentistas cubanos o filipinos, que se levantaron contra el país que los colonizaba: España. De todo el amplio abanico que hemos narrado, había un grupo, qué dentro de su confinamiento, aún estaban en condiciones de delinquir, estos eran los timadores. Su calidad de penado, no le impedía proseguir con su “loable profesión”.

Tengo en mis manos, un trabajo de Eduardo Martín Pérez, que titula “CORREO DEL PENAL DE CEUTA” y en él nos relata de que forma, estos timadores continuaban desempeñando sus timos y engaños y lo narra así:

Transcribimos a Juan José Relosillas en su obra “Catorce meses en Ceuta” -que efectivamente los pasó como Ayudante Primero del Penal entre los años 1.873 y 1.874-. Nos dice: “El “entierro” consiste en suponer que hay un tesoro escondido en cualquier parte, y que buena porción de ese tesoro se entregará al que facilite determinada suma que se necesita para desenterrarlo”. Así, el penado escribe a una persona de la que tenga referencias por sí, sus familiares o por otros penados, contándole esta historia. Y si tiene éxito la trama, empiezan a llegarle los giros y certificados con dinero, pues escribirá más veces alegando que hace falta más “materia prima”. Estas cantidades eran recibidas por el propio penado o por personas de su confianza: familiares residentes en la plaza u otros conocidos en la población no reclusa, comentándonos J.J. Relosillas que eran también las “casas de mala nota” los centros receptores de los envíos monetarios.

Y empiezan las inocentes víctimas -en verdad no tan inocentes- a desesperarse cuando dejan de recibir noticias del “enterrador”. Como anécdota jugosa, y siguiendo siempre a J.J. Relosillas, se nos cuenta que el edificio del Casino Africano se realizó gracias a los métodos no muy lícitos de cierto Gobernador de la Plaza que, sospechando turbios negocios, empezó a abrir pliegos dirigidos a los penados y que, presumiblemente, contenían el vil metal producto de sus hazañas. Y no tiene el autor que andar muy lejos de la verdad, pues ya en 1.860 por Real Orden de 5 diciembre, se ordena que para la entrega de Certificados y Sobres firmados a los confinados, éstos debían hacerlo en presencia del Comandante del Presidio. Recordemos que estos pliegos eran los más indicados para envíos monetarios hasta que se generalizó el uso de los Valores Declarados.

A pesar de las precauciones aludidas, todavía a finales de aquel siglo, Tello Amondareyn nos comenta que aún era ocupación principal de ciertos penados, el tramar entierros.

Traemos para ilustrar este curioso timo, una jugosa carta que creemos constituye una primicia para nuestra Historia Local, pues nunca vimos publicada ninguna de este tipo en la que el penado inicia “el timo del entierro”, y que no debemos dejar de transcribir por las noticias que en ella se nos da, no sólo referidas a la estafa en sí, sino al funcionamiento del Correo de la época.

Transcripción de la Carta del Timo del Entierro: Ceuta á 8 de Julio de 1854

Muy Señor mio aun q’ no tengo el mor de no conoserlo á V. personalmente estoi bien ynformado de lanoble delicadeza de V. digno para mantener un sec(r)eto á dentro de su corazon sin comunicarlo anadie.

Señor le ago presente q’ en la guerra del año 1849 cuando yó andaba por ese territorio con mi compañia en lo q’ menos pensar fueramos sosprendidos y podiendo escapar de las manos de lenemigo que fue esta suspresa en el pu(e)blo de Cruilles y endonde vino apara fue en matarilería pol camino de Coloncha es adonde me paso y’reflig-cionandome (sic) todo el caso sucedido y viendome tan perseguido amuelte por las columna y’viendo el riesgo que me ócorria tanto para mi como los yntereces q’levaba medeterminé aser una escabacion con la punta de mi espada y’enterre 300 onzas en oro metidas con un pote de lata que en lo cual lebava mi comida y’me marche de alli marcando los pazos medilos piez forme mi plano y’me marche sinser visto denadie mas q’Dios yó aonirme con Don Jose Borges con la confianza de q’volveria abajar otra vez yno pudo por tanta persecución delas Colunas y’aber entrar enseguida en Francia.

Señor leago asaber como aora me determiné asalir alos ultimos de Mayo vestido de paisano para ver si ubiera podido llegar aeste punto y como la suerte sienpre me es contraria q’en llegando ales miditaciones de Darnius encontré alos guardias Ceviles.y’entre ellos yba uno q’abia estado del Batallon de Don Franco Saballe este es lo que me descublió y’enseguida me ponieron preso y’me lebaron en Barcelona y’al¬cabo de pocos días me conducieron en esta de Ceuta.

Si V. me qiere aser el favor de recogermelo esto me contestará enseguida para q’yo le mandasé la puntiacion mas fija como esta en mi poder ara el favor de contestarme si ono para q’ yo me valdria de otra persona q’ demi parte no quedara desagradecido.

Cuando me contesta me pondra la carta en catalan para q’ no sealteren en esta por motibo q’ nos leien las cartas y’ara el favor de mandarmela franqueada.

Pondra al sobre

A Pedro Espelta preso en la Fortaleza de ácho en Ceuta.

Como vemos, el estilo ortográfico de la misiva nos hace entrever una malintencionada actitud de dar al destinatario la impresión de la poca cultura del remitente, redactándose en lo que podría llamarse “estilo carcelario”. El remitente, según nos cuenta, penado en Ceuta por sus actividades durante la segunda guerra carlista, escribe a alguien a quien no conoce y le comenta que, ante una huida precipitada, perseguido por las tropas gubernamentales, entierra 300 onzas de oro que no pudo volver a recoger, y propone al destinatario que lo recoja por él, pero sin dar datos precisos del supuesto lugar donde enterró el supuesto tesoro. El anzuelo está echado, ahora sólo falta que el pez pique.

Pero lo realmente interesante de la carta son sus comentarios del párrafo final, en el que pide que la respuesta del candidato a timado, sea en catalán “para q’ no sealteren en esta por motibo q’ nos leien las cartas …”, -presunción baladí el idioma, pues siempre habría alguien que oficiara de traductor-. Como vemos, el confinado nos está hablando de censura postal, asunto que trataremos más adelante.

Y por si fuera poco, dice también “y’ara el favor de mandarmela franqueada”, no como la carta que nos ocupa que fue enviada sin pago previo de franqueo. Cosa ésta no tan baladí, pues a pesar de que los sellos para el franqueo de la correspondencia estaban disponibles en Ceuta -y en todo el Reino- desde el uno de enero de 1.850, en las alturas que escribe nuestro hombre -julio de 1.854-, faltaban todavía dos años para que el franqueo se hiciera obligatorio en todo tipo de correspondencia, pudiendo hasta entonces, julio de 1.856, mandarse las cartas simples, no así los certificados y cartas dobles, sin abonar nada y pagándolo el destinatario a su recepción. O sea, encima ponga usted el sello para que no me lo cobren a mí. Como vemos, la misiva no tiene desperdicio; además, piénsese que crédulos los ha habido y habrá siempre. Y el ejemplo lo tenemos en la actualidad, donde el timado es el Gobierno de Ceuta y el timador, el clan de los Ávila, que le sacan veinte mil euros del impuesto de los residentes en Ceuta, por llevar una Casa de Ceuta sin ceutíes. Listos y tontos, han existido siempre.

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